domingo, 15 de mayo de 2011

Tesoros de Villa María Estación de Trenes

Uno de los primeros edificios de la ciudad, conserva los rasgos típicos de la arquitectura inglesa. La nostalgia que destilan sus facciones.
Solemne británico
Como gran parte de los municipios del interior, Villa María nació alrededor del ferrocarril. Evidente resulta de sólo ver el diseño urbano de la ciudad: las vías la cortan justo al medio. Un poco por esa trascendencia histórica, un poco por su encanto arquitectónico, la Estación de Trenes resulta un punto fundamental a la hora de salir a caminar por nuestra localidad.
Lo primero que se advierte al ponerle un pie encima, es el ambiente romántico que desprenden sus facciones. El mismo que habita aquí desde finales del Siglo XIX, cuando las bestiales máquinas a vapor hacían una pausa en el centro del mapa, para seguir conectando el país, y prometiendo futuro. Quizás sea por la nostalgia que destilan las terminaciones en madera. O por el carácter añejo de las paredes. Tal vez sea obra de ese banco solitario, resabio de un ayer lejano. Lo más probable es que la culpa la tenga todo eso junto, y otras cositas más.
Esta idea se podrá corporizar mejor observando la Estación desde afuera, a distancia prudencial. Es la estructura la que habla, la que se presenta con voz propia. Típico diseño inglés, del ámbito rural. Esquema respaldado por características inequívocas: ladrillo, columnas de madera, techo principal a dos aguas, con cobertura separada en la galería. Mucha teja. Pero esencialmente, queda subrayada la armonía general. Proporciones justas, equilibrio medido. Británico hasta en lo solemne.

El regreso
de un clásico
Después de pasar muchos años en estado de abandono, la Estación fue recuperada en parte al reestablecerse algunos de los servicios de pasajeros hacía Córdoba capital y Buenos Aires, en 2004 y 2005, respectivamente. Presta testimonio la prolijidad con que está pintada la galería (en blanco y verde, los colores de la empresa concesionaria) y el sector trasero (en terracota, con dibujos artísticos dándole vida al asunto). También la limpieza.
Sin embargo, el movimiento de gente sigue siendo muy escaso. A pesar de las promesas de agregar más frecuencias a los servicios, los días y horarios de salidas y llegadas se han mantenido con muy pocos cambios desde la recuperación de la prestación. Así, la mayoría de las veces, el lugar presenta una imagen de desolación. Acaso una apuesta real y contundente por el sistema ferroviario, nacida desde los estamentos gubernamentales a diferentes niveles, podría cambiar el panorama.
Junto a la estación, aún subsiste una porción del Túnel Peatonal Hermanos Seco. Fue clausurado, y en parte demolido, durante la construcción del subnivel, en 2002. Su silueta sabe a memoria y recuerdos. Igual que el edificio de tejas que tiene al lado.


Ruta alternativa
Pobres los de Elortondo

Escribe:
El Peregrino Impertinente

Ya alguna vez habíamos hablado de las ciudades y pueblos argentinos con nombres graciosos. Entre ellos, Elortondo, en la provincia de Santa Fe. Y cómo no volver a mencionar esta comuna, propietaria acaso de una de las denominaciones más incómodas que el ser humano haya escuchado.
Pobres los habitantes de Elortondo. La cantidad de chistes que se habrán hecho en su nombre. Y la cantidad de turistas que, de pasada por la zona, habrán colaborado con la mala fama del lugar. La imagen se cae de maduro: el hombre manejando con un sanguche de mortadela y queso en la mano, y que al ver el cartel, empieza con el festival de la chabacanería: “Mirá, gorda, mirá: Elortondo. Con razón acá todos andan con cara de tuje, jojojojo. ¿Sabés los problemas de hemorroides que debe tener esta gente no?, jojojojo”, y mientras se ríe como un orangután recién escapado del zoológico, le llena la cara de migas a la mujer. La señora, en 27 años de matrimonio, jamás había experimentado tantas ganas de engañarlo con el verdulero de la esquina, quien sólo tiene uno de cada seis dientes y repitió quinto grado 14 veces.
Pero no sólo a esta clase de personas se tienen que aguantar los de Elortondo. Lo peor es cuando juega el equipo del pueblo. La hinchada, haciendo gala de su desarrollado sentido común, prácticamente no canta. Comprende que la parcialidad rival cuenta con demasiadas herramientas lingüísticas a la hora del retruque. Son tantas las combinaciones que se pueden hacer, tantas las asociaciones y referencias escatológicas, que hasta los árbitros se prenden. No pocas veces la gente se ha quejado al ver al juez a las risas, palmadas en la espalda y abrazos con el capitán del equipo contrario. Misteriosamente, Elortondo Fútbol Club nunca ha podido ganar un partido.

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